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Alfred Tapscott - Cuento De Debajo Un Botón | Скачать MP3 бесплатно
Cuento De Debajo Un Botón

Cuento De Debajo Un Botón

Alfred Tapscott

Длительность: 23:20
Год: 2012
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Текст песни

Hace tiempo, mucho tiempo, vivía un anciano llamado Martín a las
Afueras de un antiguo y remoto pueblecito. Pero no era un pueblo
Cualquiera sino en una pequeña aldea entre Touzón y Quiroga, conocida
Como la aldea de los Tejados Nuevos, en la misteriosa tierra de
Galicia. Martín era conocido por todos allí como "
El viejo gruñón", fama que se había ganado con
El paso de los años. Pues no siempre fue así
Martín, antes de ser un anciano malhumorado, fue un joven fuerte
Y risueño que se casó con Antoniña, la joven más guapa y lista
Del pueblo, según sus propias palabras que no distaban de la verdad
Juntos fueron a vivir a la antigua casa de los abuelos de Martín
Que se encontraba al final de la aldea, asentada sobre un pequeño
Cerro. Desde allí se podían contemplar las mejores vistas de la
Comarca. A la joven pareja le gustaba mucho ver la puesta del
Sol entre las montañas y como poco a poco se pintaba de rojo el
Frío cielo de Galicia. Abrazados, muchas tardes junto al mirador
Dibujaban una bonita estampa. Eran una pareja realmente feliz
No tardaron mucho en convertir esa vieja casa medio en ruinas en un
Dulce y cálido hogar. Martín y Antoniña siempre habían hablado que
Una vez se casaran empezarían a tener hijos. A los dos les encantaban
Los niños y como ambos eran los pequeños de la casa, ya habían
Disfrutado con sus muchos sobrinos y ahora era tiempo de disfrutar de
Sus propios niños. Pero pasaban los meses desde que se fueran a vivir
Juntos y el hogar no se llenaba de hijos tal y como deseaban. Al
Principio no le dieron importancia, pero fueron pasando
Los años y la sospecha que ambos tenían se confirmó en las
Palabras del doctor: no podían tener hijos. Fue un duro
Golpe que la pareja tuvo que asimilar, pero gracias al cariño
Que se tenían finalmente supieron afrontarlo y vivir la vida
Tal y como les venía, poco a poco, día a día, sin prisas
Martín trabajaba las tierras de su familia y Antoniña era la cocinera
Del único mesón de la aldea. Famosos se hicieron sus guisos en todo
El valle. Tan famoso era su lacón con grelos que hasta venía gente de
La capital a degustarlo. Fueron pasando los años y la joven pareja se
Convirtió en una anciana pareja. Llegó el día en que los dos dejaron
De trabajar y empezaron a vivir con los ahorros de una vida humilde
Al matrimonio le encantaba pasar las frías noches de invierno
Sentados en sus respectivas butacas frente a la chimenea. Ella
Tejiendo ropita para los niños de la aldea y él leyendo cientos
De libros. Martín recordaba perfectamente el día que leyendo
Junto al fuego, miró a su esposa y descubrió que esta lo estaba
Mirando y sonreía. A él le encantaba ver como los diminutos ojos
De su esposa desaparecían absorbidos por las arrugas de una larga
Vida. El anciano le preguntó que si necesitaba algo y ella le
Respondió que estaba imaginándose como habrían sido sus vidas si
Hubieran tenido al menos un hijo. Y Martín le devolvió la sonrisa
Una sonrisa que escondía miles de lágrimas contenidas durante
Muchos años. Aunque no se lo dijeran casi nunca, la anciana pareja
Siempre anheló ver a un chiquillo corretear por la vieja casa
Poco después de esa tarde junto al fuego, Antoniña falleció tras
Un leve suspiro. Fue el golpe más duro que jamás había recibido
Martín. ¿Qué sentido tenía ahora su vida? ¿Con quién compartiría
Su vida? ¿Con quién iba a hablar? ¿A quién iba a cuidar? Desde
Aquel día, Martín no volvió a sonreír. Sus arrugas se volvieron más
Profundas, sus cejas más blancas y su expresión se hizo más tosca
Aquí nació el viejo gruñón que todo el mundo conocería en la aldea
Pasaron los años y Martín se había convertido en un viejo rutinario
Cada mañana, como buen labrador que había sido, se levantaba antes de
Que saliera el sol y desayunaba su pan con chorizo y su café amargo
Luego se duchaba, se vestía, arreglaba la casa, avivaba el fuego de
La chimenea y se sentaba frente a la ventana a ver pasar las horas
Así cada día desde hacía años. La casa parecía un museo. Todo estaba
Tal y como su mujer lo había dejado antes de morir. Los muebles, los
Cuadros, su ropa, sus zapatillas junto a la cama... Todo
Absolutamente todo seguía en su sitio. Incluso mantenía intacto un
Calcetín que Antoniña había tejido y dejado huérfano de su par. Allí
Estaba, sobre su butaca frente al fuego,Martín únicamente salía de
Casa para hacer la compra del mes y siempre lo hacía corriendo
Justo antes de que cerrasen el Ultramarinos. Los dueños, como ya lo
Conocían, le tenían los víveres preparados. Siempre compraba lo
Mismo. A veces, de camino, se encontraba a gente del pueblo que se
Paraba a saludar, a lo que él siempre respondía con indiferencia y un
Gruñido. Así que estos saludos fueron cada vez a menos, hasta el
Punto en que la gente se apartaba de su camino cuando lo veían ir
Hacia la tienda. No es de extrañar entonces que a Martín se le
Conociera en aquellos tiempos como "el viejo gruñón". Se había ganado
La fama a pulso. Parecía que debajo de ese bigote canoso y de esas
Arrugas ya no quedara nada del joven risueño que había jugado con sus
Sobrinos, llevándolos a hombros a bañar al río o a bailar alrededor
Del fuego de la plaza mayor la mágica "Noche de las Meigas". Pero,
Era eso cierto? ¿Ya no quedaba nada del joven Martín? Quiso la
Casualidad, o no, que un buen día de primavera se colase por debajo
De la puerta un ratoncito huérfano que andaba buscando algo que comer
Y un techo donde refugiarse. Martín se encontraba ya inmerso en su
Ritual de ver pasar el tiempo sentado frente a la ventana, mientras
Soltaba alguno de sus gruñidos característicos. En estas que Martín
Oyó unos extraños ruidos, como de uñitas rascando el suelo de barro
Se levantó a mirar y cuál fue su sorpresa al ver que frente a él
Había un pequeño ratón que le miraba fijamente. Martín entró en
Cólera. ¡Un ratón en casa! Antoniña jamás lo hubiese permitido. Así
Que se fue corriendo, agarró la escoba y empezó a perseguir al
Pequeño ratón dando escobazos por toda la casa. Tenía que salir de
Allí. ¡Lo iba a ensuciar todo! Subió y bajó las escaleras mil veces
Persiguiendo al escurridizo ratón. El animal corría como el demonio
Saltaba aquí y allá sin que Martín lograse siquiera rozarle un pelo
Con la escoba. Así estuvieron todo el día, como perro y gato, o como
Gato y ratón. Cuando Martín se quiso dar cuenta ya había caído la
Noche y la luna iluminaba todo el salón. ¿Qué había hecho? Estaba
Todo destrozado. Martín, sin saberlo, había volcado los sillones
Roto platos, movido muebles, tirado cuadros... ¡Jamás había visto la
Casa así! ¡Era un desastre! Y fue entonces cuando Martín se puso a
Llorar desconsolado. Lloró y lloró dejando salir todas las lágrimas
Contenidas durante tantos y tantos años. Lloró miles de lágrimas por
Los hijos que nunca tuvo y lloró miles de lágrimas por su mujer que
Tanto amaba y ya no estaba con él. Y ahí se quedó, solo y abrazado
A su escoba. A la mañana siguiente Martín se despertó en medio del
Salón arropado por la vieja alfombra. Había dormido en el suelo y
Extrañamente y contra todo pronóstico, se levantó más ligero que
Nunca. Se sentía diferente, como si se hubiese quitado un gran peso
De encima. El sol ya hacía horas que había salido y su luz inundaba
Toda la casa dejando ver todo el desorden ocasionado la noche
Anterior. Y de nuevo, contra todo pronóstico, Martín no se enfurruñó
Observó todo con serenidad y se sorprendió a sí mismo sonriendo ante
El espejo que había tirado en el suelo. ¡Estaba sonriendo! ¿Cuánto
Hacía que no sonreía? ¡Años! Hasta le dolió un poco que su piel
Se arrugara recorriendo antiguos surcos. De repente le entraron
Unas ganas terribles de salir fuera y disfrutar de ese sol que lo
Envolvía todo. Y así fue que, sin pensárselo dos veces, salió a
Recorrer las calles de la aldea mostrando su recuperada sonrisa
El sol calentaba sus entumecidos huesos y podía notar como poco
A poco desprendían la humedad de años. Olía las flores y miraba
A las abejas cómo trabajaban y a los niños que corrían para ir al
Colegio con los libros a cuestas. Martín estaba desbordado, radiante
Y feliz. Entró en el mesón de la aldea a desayunar y pidió
Alegremente un café con leche y miel. Primero se hizo un silencio
Incómodo. Todos los allí presentes no podían creer lo que estaban
Viendo. ¡El viejo gruñón estaba sonriendo y dando los buenos días a
Viva voz! Pero segundos después alguien rompió el silencio y gritó
¡Ha vuelto Martín!
Y así todos empezaron a hablar de nuevo y seguir con sus alegres
Conversaciones. Poco a poco, fueron acercándose a Martín los allí
Presentes. Los viejos y los no tan viejos, amigos y conocidos
A charlar un rato y explicar cómo estaba todo por el pueblo. Hablaron
De las buenas cosechas que habían tenido los últimos años, de la
Restauración de la campana de la iglesia, de quién se había casado
Con quién... Poco a poco le pusieron al corriente de todo lo que
Había ido sucediendo a lo largo de los años de su aislamiento. Y lo
Que más le alegró saber es que Silvia, una de sus sobrinas, era ahora
La nueva alcaldesa del pueblo al que pertenecía la pequeña aldea
Llegó la hora de comer y Martín decidió volver a casa para preparar la
Comida. Fue subiendo la cuesta que llevaba a su casa, que volvió a
Pensar en aquel ratoncito que le había hecho destrozar todo. ¿Dónde
Se habría escondido? Entonces se dio cuenta de lo que había sucedido
Persiguiendo al ratón, Martín había destrozado su casa. Pero debido
A esto, Martín había roto con el luto que tantos años había llevado
Sin saberlo. Gracias a aquel desorden pudo ver las cosas con más
Claridad. Su mujer ya no estaba, pero él seguía vivo, así que se
Apresuró tanto como pudo en llegar a casa para agradecer al ratón lo
Que había conseguido. Lo estuvo buscando por todas partes. Lo llamó
Disculpándose por haberlo perseguido escoba en mano. Pero... no
Apareció. Después de comer, el anciano se puso manos a la obra y
Empezó a recoger todo aquel desorden. Barrió y fregó todo y puso toda
La ropa de su esposa en una caja que más tarde fue a llevar al
Párroco para que la diera a los más necesitados. Cambió la
Distribución del salón a excepción de los dos sillones junto al
Fuego. La casa era la misma, pero se respiraba distinto. Ahora
Recordar a su querida Antoniña no era doloroso. Era honroso. Estuvo
Eso sí, buscando aquel último calcetín que había tejido su dulce
Esposa, pero no hubo forma de encontrarlo. Ni a él ni al ratón
Cansado ya de tanto trabajar, Martín se fue a acostar y fue entonces
Justo antes de apagar la vela que iluminaba la habitación, que volvió
A oír las uñitas que arañaban el suelo. Y cuál fue su sorpresa al ver
Aparecer a aquel ratón llevando el calcetín a cuestas. "¡Ay, carallo!
¿Tú por aquí? ¡Si te he estado buscando todo el día!", le dijo. "Ven
Ratoncito, ven, sube a dormir conmigo, que aunque tú no me entiendas
Tengo mucho que agradecerte". Y dicho y hecho, el ratoncito subió a
La cama de un salto, se coló dentro del calcetín y se puso a dormir
Con Martín. A la mañana siguiente, cuando se despertó el ratoncito
Se sorprendió al ver que Martín había preparado el desayuno y junto
A las tostadas con miel había un pequeño plato con un increíble
Surtido de quesos. "Ven guapo, a desayunar", dijo alegre Martín. "
Esta mañana he ido a comprar y te he preparado un plato con cinco
Quesos distintos porque no había más en la tienda. Anda, sube a la
Mesa que te estaba esperando". Y así fue que aquel ratón encontró un
Hogar y Martín un motivo por el que despertarse alegre cada mañana
Ya veis, un ratón chiquitín que encontró Martín. Un ratón chiquitín
Que vivía en un calcetín. Pero, aunque no lo parezca, aquí no acaba
La historia. Martín había cambiado. Era un hombre nuevo y día tras
Día salía a pasear por la aldea con Germán subido a su hombro. Sí
Como ya habréis imaginado, Germán era el nombre que le dio al ratón
Chiquitín que encontró Martín. Paseaban siempre juntos y el anciano
Le explicaba todo lo que se le ocurría. La gente del pueblo, lejos de
Pensar que el viejo había perdido la cabeza, se alegraban mucho de
Ver cómo su vecino había recuperado las ganas de vivir y, poco a
Poco, Martín pasó a llamarse en el pueblo "El papá de Germán". "Papá"
, Pensó Martín, "qué hermosa palabra". Fueron pasando las estaciones
Y llegó de nuevo el frío invierno gallego. Martín y Germán seguían
Paseando cada día por el pueblo, abrigados los dos y sin perder su
Sonrisa. Y así fue que llegó la noche más importante del año, la
Noche de las Meigas. Martín le contó a Germán que hacía muchos
Muchísimos inviernos, en la pequeña aldea hubo una terrible nevada
Estuvo nevando durante días y la gente no podía salir a la calle a
Limpiar la nieve. El frío era tal que cortaba la piel e impotentes
Los vecinos veían cómo el hielo mataba sus cosechas y el peso de la
Nieve hundía sus tejados, arruinando así sus hogares.Poco a poco
Todos los tejados del pueblo fueron cayendo y todos los vecinos
Fueron refugiándose en la iglesia, que seguía de una pieza. Lloraban
Y rezaban desesperados sin saber qué hacer. Era terrible, si seguían
Así, morirían de frío. Una noche, decidieron encender una gran
Hoguera con los pocos muebles que les quedaban. Eran sus últimas
Pertenencias porque la desesperación era muy grande y cuando el fuego
Se apagó y con él la esperanza de todos sus vecinos, una luz iluminó
El cielo y en mitad de la noche se hizo de día. Del antiguo y
Misterioso bosque que había junto al pueblo, aparecieron centenares
De luces moviéndose en todas direcciones. Nadie podía creer lo que
Estaba sucediendo. Aquellas luces hacían desaparecer la nieve y tras
Ella aparecían nuevos tejados y los sembrados lucían verdes como
Nunca. Los vecinos gritaban de alegría. Sin saber cómo, las luces
Regresaron al bosque y volvió la noche y tras ellas el pueblo
Apareció repleto de tejados nuevos. La gente gritaba de alegría. Unos
Decían que había sido la virgen, otros que era un milagro, otros que
Los duendes. Pero la anciana más anciana, que vivía por aquel
Entonces, dijo que habían sido las Meigas del bosque y que algo
Parecido ya había sucedido antes. Y así fue como pasó a celebrarse
La Noche de las Meigas. Un día especial en que todos los vecinos
Se reunían en la plaza mayor y encendían una hoguera en
Agradecimiento a las brujas y bailaban y reían toda la noche
A Germán le pareció increíble lo que le había explicado Martín
Era una historia preciosa. Así que bajaron a la plaza muy contentos
El ratoncito también ayudó a preparar la hoguera. Como pudo
Consiguió arrastrar unas piñas para quemar. Aquel año, Silvia, la
Sobrina de Martín, encendió la hoguera tras un emotivo discurso en
El que, sobre todo, habló de Martín y Germán. Todo el pueblo aplaudió
Y estuvo de acuerdo en que lo mejor del año había sido recuperar a
Martín y conocer a Germán. Estuvieron bailando toda la noche y cuando
Ya era hora de regresar a casa, sucedió algo inexplicable. Un fuerte
Viento apagó lo que quedaba de la hoguera y entre el humo apareció
Una fuerte luz que hizo el día en mitad de la noche. Nadie se asustó
Puesto que era una hermosa luz. Pero al irse la luz y volver la
Noche, todo el pueblo vio que Germán había
Desaparecido. Martín se asustó mucho. "¡Germán!
Germán! ¿Dónde estás? ¡Ay, Dios mío! ¿Dónde estás?"
"Aquí papá. Estoy aquí" contestó la voz de un niño que nadie supo
Reconocer. Y la sorpresa fue enorme cuando vieron que aquel
Ratoncito se había convertido en un niño. Un niño de verdad
Martín no podía creérselo. Nadie podía creérselo. Había vuelto a
Suceder. Las Meigas habían cumplido el deseo y la esperanza de todo
Un pueblo. Martín al fin tuvo a su hijo, un hermoso niño de cabellos
Rojizos y Germán había encontrado su lugar en el mundo. Y así fue
Como Martín y Germán cumplieron sus deseos. Al volver a casa
Lo primero que hizo el anciano fue dirigirse junto a su hijo al
Retrato de Antoniña que había sobre la chimenea y decir: "Te presento
A nuestro hijo". Y colorín colorado, este cuento se ha acabado