Waves (Robin Schulz Radio Edit)
Mr. Probz
3:29Hace tiempo, mucho tiempo, vivía un anciano llamado Martín a las Afueras de un antiguo y remoto pueblecito. Pero no era un pueblo Cualquiera sino en una pequeña aldea entre Touzón y Quiroga, conocida Como la aldea de los Tejados Nuevos, en la misteriosa tierra de Galicia. Martín era conocido por todos allí como " El viejo gruñón", fama que se había ganado con El paso de los años. Pues no siempre fue así Martín, antes de ser un anciano malhumorado, fue un joven fuerte Y risueño que se casó con Antoniña, la joven más guapa y lista Del pueblo, según sus propias palabras que no distaban de la verdad Juntos fueron a vivir a la antigua casa de los abuelos de Martín Que se encontraba al final de la aldea, asentada sobre un pequeño Cerro. Desde allí se podían contemplar las mejores vistas de la Comarca. A la joven pareja le gustaba mucho ver la puesta del Sol entre las montañas y como poco a poco se pintaba de rojo el Frío cielo de Galicia. Abrazados, muchas tardes junto al mirador Dibujaban una bonita estampa. Eran una pareja realmente feliz No tardaron mucho en convertir esa vieja casa medio en ruinas en un Dulce y cálido hogar. Martín y Antoniña siempre habían hablado que Una vez se casaran empezarían a tener hijos. A los dos les encantaban Los niños y como ambos eran los pequeños de la casa, ya habían Disfrutado con sus muchos sobrinos y ahora era tiempo de disfrutar de Sus propios niños. Pero pasaban los meses desde que se fueran a vivir Juntos y el hogar no se llenaba de hijos tal y como deseaban. Al Principio no le dieron importancia, pero fueron pasando Los años y la sospecha que ambos tenían se confirmó en las Palabras del doctor: no podían tener hijos. Fue un duro Golpe que la pareja tuvo que asimilar, pero gracias al cariño Que se tenían finalmente supieron afrontarlo y vivir la vida Tal y como les venía, poco a poco, día a día, sin prisas Martín trabajaba las tierras de su familia y Antoniña era la cocinera Del único mesón de la aldea. Famosos se hicieron sus guisos en todo El valle. Tan famoso era su lacón con grelos que hasta venía gente de La capital a degustarlo. Fueron pasando los años y la joven pareja se Convirtió en una anciana pareja. Llegó el día en que los dos dejaron De trabajar y empezaron a vivir con los ahorros de una vida humilde Al matrimonio le encantaba pasar las frías noches de invierno Sentados en sus respectivas butacas frente a la chimenea. Ella Tejiendo ropita para los niños de la aldea y él leyendo cientos De libros. Martín recordaba perfectamente el día que leyendo Junto al fuego, miró a su esposa y descubrió que esta lo estaba Mirando y sonreía. A él le encantaba ver como los diminutos ojos De su esposa desaparecían absorbidos por las arrugas de una larga Vida. El anciano le preguntó que si necesitaba algo y ella le Respondió que estaba imaginándose como habrían sido sus vidas si Hubieran tenido al menos un hijo. Y Martín le devolvió la sonrisa Una sonrisa que escondía miles de lágrimas contenidas durante Muchos años. Aunque no se lo dijeran casi nunca, la anciana pareja Siempre anheló ver a un chiquillo corretear por la vieja casa Poco después de esa tarde junto al fuego, Antoniña falleció tras Un leve suspiro. Fue el golpe más duro que jamás había recibido Martín. ¿Qué sentido tenía ahora su vida? ¿Con quién compartiría Su vida? ¿Con quién iba a hablar? ¿A quién iba a cuidar? Desde Aquel día, Martín no volvió a sonreír. Sus arrugas se volvieron más Profundas, sus cejas más blancas y su expresión se hizo más tosca Aquí nació el viejo gruñón que todo el mundo conocería en la aldea Pasaron los años y Martín se había convertido en un viejo rutinario Cada mañana, como buen labrador que había sido, se levantaba antes de Que saliera el sol y desayunaba su pan con chorizo y su café amargo Luego se duchaba, se vestía, arreglaba la casa, avivaba el fuego de La chimenea y se sentaba frente a la ventana a ver pasar las horas Así cada día desde hacía años. La casa parecía un museo. Todo estaba Tal y como su mujer lo había dejado antes de morir. Los muebles, los Cuadros, su ropa, sus zapatillas junto a la cama... Todo Absolutamente todo seguía en su sitio. Incluso mantenía intacto un Calcetín que Antoniña había tejido y dejado huérfano de su par. Allí Estaba, sobre su butaca frente al fuego,Martín únicamente salía de Casa para hacer la compra del mes y siempre lo hacía corriendo Justo antes de que cerrasen el Ultramarinos. Los dueños, como ya lo Conocían, le tenían los víveres preparados. Siempre compraba lo Mismo. A veces, de camino, se encontraba a gente del pueblo que se Paraba a saludar, a lo que él siempre respondía con indiferencia y un Gruñido. Así que estos saludos fueron cada vez a menos, hasta el Punto en que la gente se apartaba de su camino cuando lo veían ir Hacia la tienda. No es de extrañar entonces que a Martín se le Conociera en aquellos tiempos como "el viejo gruñón". Se había ganado La fama a pulso. Parecía que debajo de ese bigote canoso y de esas Arrugas ya no quedara nada del joven risueño que había jugado con sus Sobrinos, llevándolos a hombros a bañar al río o a bailar alrededor Del fuego de la plaza mayor la mágica "Noche de las Meigas". Pero, Era eso cierto? ¿Ya no quedaba nada del joven Martín? Quiso la Casualidad, o no, que un buen día de primavera se colase por debajo De la puerta un ratoncito huérfano que andaba buscando algo que comer Y un techo donde refugiarse. Martín se encontraba ya inmerso en su Ritual de ver pasar el tiempo sentado frente a la ventana, mientras Soltaba alguno de sus gruñidos característicos. En estas que Martín Oyó unos extraños ruidos, como de uñitas rascando el suelo de barro Se levantó a mirar y cuál fue su sorpresa al ver que frente a él Había un pequeño ratón que le miraba fijamente. Martín entró en Cólera. ¡Un ratón en casa! Antoniña jamás lo hubiese permitido. Así Que se fue corriendo, agarró la escoba y empezó a perseguir al Pequeño ratón dando escobazos por toda la casa. Tenía que salir de Allí. ¡Lo iba a ensuciar todo! Subió y bajó las escaleras mil veces Persiguiendo al escurridizo ratón. El animal corría como el demonio Saltaba aquí y allá sin que Martín lograse siquiera rozarle un pelo Con la escoba. Así estuvieron todo el día, como perro y gato, o como Gato y ratón. Cuando Martín se quiso dar cuenta ya había caído la Noche y la luna iluminaba todo el salón. ¿Qué había hecho? Estaba Todo destrozado. Martín, sin saberlo, había volcado los sillones Roto platos, movido muebles, tirado cuadros... ¡Jamás había visto la Casa así! ¡Era un desastre! Y fue entonces cuando Martín se puso a Llorar desconsolado. Lloró y lloró dejando salir todas las lágrimas Contenidas durante tantos y tantos años. Lloró miles de lágrimas por Los hijos que nunca tuvo y lloró miles de lágrimas por su mujer que Tanto amaba y ya no estaba con él. Y ahí se quedó, solo y abrazado A su escoba. A la mañana siguiente Martín se despertó en medio del Salón arropado por la vieja alfombra. Había dormido en el suelo y Extrañamente y contra todo pronóstico, se levantó más ligero que Nunca. Se sentía diferente, como si se hubiese quitado un gran peso De encima. El sol ya hacía horas que había salido y su luz inundaba Toda la casa dejando ver todo el desorden ocasionado la noche Anterior. Y de nuevo, contra todo pronóstico, Martín no se enfurruñó Observó todo con serenidad y se sorprendió a sí mismo sonriendo ante El espejo que había tirado en el suelo. ¡Estaba sonriendo! ¿Cuánto Hacía que no sonreía? ¡Años! Hasta le dolió un poco que su piel Se arrugara recorriendo antiguos surcos. De repente le entraron Unas ganas terribles de salir fuera y disfrutar de ese sol que lo Envolvía todo. Y así fue que, sin pensárselo dos veces, salió a Recorrer las calles de la aldea mostrando su recuperada sonrisa El sol calentaba sus entumecidos huesos y podía notar como poco A poco desprendían la humedad de años. Olía las flores y miraba A las abejas cómo trabajaban y a los niños que corrían para ir al Colegio con los libros a cuestas. Martín estaba desbordado, radiante Y feliz. Entró en el mesón de la aldea a desayunar y pidió Alegremente un café con leche y miel. Primero se hizo un silencio Incómodo. Todos los allí presentes no podían creer lo que estaban Viendo. ¡El viejo gruñón estaba sonriendo y dando los buenos días a Viva voz! Pero segundos después alguien rompió el silencio y gritó ¡Ha vuelto Martín! Y así todos empezaron a hablar de nuevo y seguir con sus alegres Conversaciones. Poco a poco, fueron acercándose a Martín los allí Presentes. Los viejos y los no tan viejos, amigos y conocidos A charlar un rato y explicar cómo estaba todo por el pueblo. Hablaron De las buenas cosechas que habían tenido los últimos años, de la Restauración de la campana de la iglesia, de quién se había casado Con quién... Poco a poco le pusieron al corriente de todo lo que Había ido sucediendo a lo largo de los años de su aislamiento. Y lo Que más le alegró saber es que Silvia, una de sus sobrinas, era ahora La nueva alcaldesa del pueblo al que pertenecía la pequeña aldea Llegó la hora de comer y Martín decidió volver a casa para preparar la Comida. Fue subiendo la cuesta que llevaba a su casa, que volvió a Pensar en aquel ratoncito que le había hecho destrozar todo. ¿Dónde Se habría escondido? Entonces se dio cuenta de lo que había sucedido Persiguiendo al ratón, Martín había destrozado su casa. Pero debido A esto, Martín había roto con el luto que tantos años había llevado Sin saberlo. Gracias a aquel desorden pudo ver las cosas con más Claridad. Su mujer ya no estaba, pero él seguía vivo, así que se Apresuró tanto como pudo en llegar a casa para agradecer al ratón lo Que había conseguido. Lo estuvo buscando por todas partes. Lo llamó Disculpándose por haberlo perseguido escoba en mano. Pero... no Apareció. Después de comer, el anciano se puso manos a la obra y Empezó a recoger todo aquel desorden. Barrió y fregó todo y puso toda La ropa de su esposa en una caja que más tarde fue a llevar al Párroco para que la diera a los más necesitados. Cambió la Distribución del salón a excepción de los dos sillones junto al Fuego. La casa era la misma, pero se respiraba distinto. Ahora Recordar a su querida Antoniña no era doloroso. Era honroso. Estuvo Eso sí, buscando aquel último calcetín que había tejido su dulce Esposa, pero no hubo forma de encontrarlo. Ni a él ni al ratón Cansado ya de tanto trabajar, Martín se fue a acostar y fue entonces Justo antes de apagar la vela que iluminaba la habitación, que volvió A oír las uñitas que arañaban el suelo. Y cuál fue su sorpresa al ver Aparecer a aquel ratón llevando el calcetín a cuestas. "¡Ay, carallo! ¿Tú por aquí? ¡Si te he estado buscando todo el día!", le dijo. "Ven Ratoncito, ven, sube a dormir conmigo, que aunque tú no me entiendas Tengo mucho que agradecerte". Y dicho y hecho, el ratoncito subió a La cama de un salto, se coló dentro del calcetín y se puso a dormir Con Martín. A la mañana siguiente, cuando se despertó el ratoncito Se sorprendió al ver que Martín había preparado el desayuno y junto A las tostadas con miel había un pequeño plato con un increíble Surtido de quesos. "Ven guapo, a desayunar", dijo alegre Martín. " Esta mañana he ido a comprar y te he preparado un plato con cinco Quesos distintos porque no había más en la tienda. Anda, sube a la Mesa que te estaba esperando". Y así fue que aquel ratón encontró un Hogar y Martín un motivo por el que despertarse alegre cada mañana Ya veis, un ratón chiquitín que encontró Martín. Un ratón chiquitín Que vivía en un calcetín. Pero, aunque no lo parezca, aquí no acaba La historia. Martín había cambiado. Era un hombre nuevo y día tras Día salía a pasear por la aldea con Germán subido a su hombro. Sí Como ya habréis imaginado, Germán era el nombre que le dio al ratón Chiquitín que encontró Martín. Paseaban siempre juntos y el anciano Le explicaba todo lo que se le ocurría. La gente del pueblo, lejos de Pensar que el viejo había perdido la cabeza, se alegraban mucho de Ver cómo su vecino había recuperado las ganas de vivir y, poco a Poco, Martín pasó a llamarse en el pueblo "El papá de Germán". "Papá" , Pensó Martín, "qué hermosa palabra". Fueron pasando las estaciones Y llegó de nuevo el frío invierno gallego. Martín y Germán seguían Paseando cada día por el pueblo, abrigados los dos y sin perder su Sonrisa. Y así fue que llegó la noche más importante del año, la Noche de las Meigas. Martín le contó a Germán que hacía muchos Muchísimos inviernos, en la pequeña aldea hubo una terrible nevada Estuvo nevando durante días y la gente no podía salir a la calle a Limpiar la nieve. El frío era tal que cortaba la piel e impotentes Los vecinos veían cómo el hielo mataba sus cosechas y el peso de la Nieve hundía sus tejados, arruinando así sus hogares.Poco a poco Todos los tejados del pueblo fueron cayendo y todos los vecinos Fueron refugiándose en la iglesia, que seguía de una pieza. Lloraban Y rezaban desesperados sin saber qué hacer. Era terrible, si seguían Así, morirían de frío. Una noche, decidieron encender una gran Hoguera con los pocos muebles que les quedaban. Eran sus últimas Pertenencias porque la desesperación era muy grande y cuando el fuego Se apagó y con él la esperanza de todos sus vecinos, una luz iluminó El cielo y en mitad de la noche se hizo de día. Del antiguo y Misterioso bosque que había junto al pueblo, aparecieron centenares De luces moviéndose en todas direcciones. Nadie podía creer lo que Estaba sucediendo. Aquellas luces hacían desaparecer la nieve y tras Ella aparecían nuevos tejados y los sembrados lucían verdes como Nunca. Los vecinos gritaban de alegría. Sin saber cómo, las luces Regresaron al bosque y volvió la noche y tras ellas el pueblo Apareció repleto de tejados nuevos. La gente gritaba de alegría. Unos Decían que había sido la virgen, otros que era un milagro, otros que Los duendes. Pero la anciana más anciana, que vivía por aquel Entonces, dijo que habían sido las Meigas del bosque y que algo Parecido ya había sucedido antes. Y así fue como pasó a celebrarse La Noche de las Meigas. Un día especial en que todos los vecinos Se reunían en la plaza mayor y encendían una hoguera en Agradecimiento a las brujas y bailaban y reían toda la noche A Germán le pareció increíble lo que le había explicado Martín Era una historia preciosa. Así que bajaron a la plaza muy contentos El ratoncito también ayudó a preparar la hoguera. Como pudo Consiguió arrastrar unas piñas para quemar. Aquel año, Silvia, la Sobrina de Martín, encendió la hoguera tras un emotivo discurso en El que, sobre todo, habló de Martín y Germán. Todo el pueblo aplaudió Y estuvo de acuerdo en que lo mejor del año había sido recuperar a Martín y conocer a Germán. Estuvieron bailando toda la noche y cuando Ya era hora de regresar a casa, sucedió algo inexplicable. Un fuerte Viento apagó lo que quedaba de la hoguera y entre el humo apareció Una fuerte luz que hizo el día en mitad de la noche. Nadie se asustó Puesto que era una hermosa luz. Pero al irse la luz y volver la Noche, todo el pueblo vio que Germán había Desaparecido. Martín se asustó mucho. "¡Germán! Germán! ¿Dónde estás? ¡Ay, Dios mío! ¿Dónde estás?" "Aquí papá. Estoy aquí" contestó la voz de un niño que nadie supo Reconocer. Y la sorpresa fue enorme cuando vieron que aquel Ratoncito se había convertido en un niño. Un niño de verdad Martín no podía creérselo. Nadie podía creérselo. Había vuelto a Suceder. Las Meigas habían cumplido el deseo y la esperanza de todo Un pueblo. Martín al fin tuvo a su hijo, un hermoso niño de cabellos Rojizos y Germán había encontrado su lugar en el mundo. Y así fue Como Martín y Germán cumplieron sus deseos. Al volver a casa Lo primero que hizo el anciano fue dirigirse junto a su hijo al Retrato de Antoniña que había sobre la chimenea y decir: "Te presento A nuestro hijo". Y colorín colorado, este cuento se ha acabado