Dicen
Apalau
4:40Noche mala fue para los pastusos la noche buena de 1822. Como los jinetes del Apocalipsis descienden de Taindalá, montados en las bestias del rencor, porque la ciudad no ha aceptado la rendición. Más de tres mil soldados van llegando con furia y con ardor y como monstruos llegan a Pachindo, Caracha y Santiago. Peor que demonios que salen del averno con sed de sangre, llegan los Rifles, Guías, Cazadores y Dragones, a asesinar sin contemplación, a niños y a ancianos y a violar sin dilación a cuanta mujer encuentran a su paso. A tiros de fusil abrieron las casas, buscando lo mucho o lo poco que ahí se resguarda. Con machetes cercenan cabezas, brazos y piernas, y la sangre se escurre como frío testimonio en el barrio que ahora llamamos de El Colorado. Otros, sin piedad alguna, entran a los templos y roban la dignidad de quienes allí se resguardan, y el ara sagrada de San Francisco se convierte en lecho de sus terribles fechorías. La piedra bautismal de San Juan recoge el atropello de la sangre que vierte de la cabeza del octogenario sacristán a quien le atestan el golpe mortal. Lloran viudas y huérfanos ante la barbarie que ahí se comete; deambulan perdidos en el desespero buscando un escondite para salvaguardar la vida. Sin piedad, como demonios, asaltan todo espacio, no hay murallas que los detengan, en los ojos la rabia y en las manos la venganza, llegan por todos lados como queriendo borrar del catálogo de los pueblos a la desolada Pasto. “En la horrible matanza, soldados y paisanos, hombres y mujeres fueron promiscuamente sacrificados; y se entregaron los republicanos a tres días de saqueos, a asesinatos de indefensos, robos y desmanes.” Las plazas son testigos de la barbarie, ¡ahí encontraron la muerte quienes se atrevieron a defender la dignidad y la honra de un pueblo valiente! “La decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad ejecutados sobre un pueblo entero que de boca en boca ha transmitido sus quejas a la posteridad.” Desde entonces, la firme ciudad ha guardado en su memoria el más triste acontecimiento que tiñó de sangre a la inmortal Pasto, y como “El tiempo de Los Rifles”, se recuerda aquel tiempo nefando. Noche mala fue para los pastusos la noche buena de 1822.