어둔 날 다 지나고 After The Dark Days (Live)
Welove
5:03Un barquito chiquitito En un pueblecito de costa, a orillas del Mediterráneo y lejos De su capital natal, veraneaba Luismi. Se pasaba el año soñando En que llegasen los días de vacaciones para poder disfrutar Junto a sus abuelos, del mar, el sol y la calma que proporcionan Los largos días de verano perfumados de azahar. Luismi era un Niño algo tímido, siempre le había costado relacionarse con Los demás. Tenía amistad con los compañeros del colegio, pero Se pasaba el día jugando solo. "No necesito a nadie para divertirme" , Era lo que solía responder cuando se le sacaba el tema En verano se despedía de ellos y se lanzaba a la aventura De pasar dos meses junto al mar, era un gran nadador La casa de los abuelos estaba en el casco antiguo del pueblo, a pocos Kilómetros del mar y rodeada de otras casas blancas que habían sabido Mantener su aspecto original. Calles estrechas con oscuros suelos de Piedra y balcones repletos de geranios de todos los colores. Era un Pueblo con sabor auténtico y con todas las comodidades de la vida de Ahora. No como las nuevas urbanizaciones de primera línea De mar, donde habían construido edificios enormes de ocho Y diez plantas, transformando en asfalto lo que habían sido Pinares junto al mar. Urbanizaciones que habían traído Consigo a miles de personas a disfrutar del paisaje cambiado Personas que disfrutaban del pueblo únicamente en verano La casa era conocida por los lugareños como "La Blaueta", ya que era Tan pequeñita, tan estrechita su fachada que, cuando cerraban los Porticones pintados, toda la casa se veía azul, "blau" en valenciano A Luismi lo que más le gustaba era ir a pescar con su abuelo. Lo Hacían muy temprano, antes que saliera el sol, y allí se plantaban Los dos, sentados en sus respectivas sillas y frente a las cañas A esperar que picasen. El yayo, que así llamaba Luismi a su abuelo Le explicaba miles de aventuras, siempre las mismas, aunque con Matices, que era precisamente lo que más le gustaba, le hacía sentir En casa. Lo mejor era cuando bajaba la yaya y les traía unos Bocadillos de tortilla para desayunar. Comían Los tres juntos y subían a casa con la pesca que En muchos casos, y cada vez más, era escasa Desde que habían construido la urbanización Marina Sol, destrozando Por completo La Roqueta, una roca emblemática del pueblo a orillas Del mar donde antaño los jóvenes se daban el primer beso y que era Ahora parte de una rotonda que daba entrada al puerto Deportivo, habían desaparecido casi por completo los peces Era casi imposible pescar doradas. Luismi las había Llegado a probar de muy pequeño, pero ahora sólo las Saboreaba a través de las historias que le contaba su abuelo Después de pescar subían a casa y Luismi ayudaba a su abuela a Preparar la comida mientras su abuelo se echaba una siesta en el Sillón, haciendo ver que veía la televisión. Junto a su abuela Aprendía a cocinar todo tipo de platos, sobre todo pescados y arroces . Su plato preferido, cómo no, era la paella, que hacían juntos los Domingos. La cocinaban en el patio de atrás, con leña de roble. La Yaya siempre decía que la leña era la que le daba ese sabor auténtico , Y así lo hacían, como un ritual. Primero, cortaban las verduras a Trocitos muy pequeños y rallaban el tomate del huerto mientras que en La paella se doraban los trozos de un pollo de su corral. Luego Echaban el tomate y las verduras, donde no podían faltar las Bajoquetas, unas judías del pueblo muy especiales. Cuando ya Estaban a punto, venían los langostinos y las gambas. Era Secreto de la familia ponerlas y sacarlas, ya que, una vez hechas Se sacaban de la paella y se dejaban en un plato. Luego Venía el elemento indispensable de la paella, el arroz. Luego El agua, bien de leña y fuego para acabar y poner el marisco de Nuevo. Madre mía, era un gustazo hacer y comer una paella así Después de hacer de pinche, Luismi se echaba largas siestas. Le Encantaba despertarse con la brisa del mar entrando por la ventana Y aquel olor a azahar que desprendían los campos de naranjos que Aún resistían en los alrededores del pueblo. Precisamente esos eran Los momentos que le gustaba recordar cuando, en invierno, mientras Hacía un examen, Luismi miraba por la ventana y, sin darse cuenta Cogía aire como si por él se trasladara de vuelta a ese instante Todas las tardes se asomaba por la ventana de su cuarto y veía a otros Niños jugar en la plaza,Nunca se atrevía a decirles nada, él se moría De ganas de jugar con ellos pero temía que le dijesen que no. Los Yayos le animaban siempre a que bajara, pero no insistían al ver que Su nieto se apuraba, pero en estas que un día vio pasar a una niña Preciosa. Ya la había visto aunque nunca se había fijado en ella Pero aquel día, sin saber por qué, no pudo dejar de mirarla. Le dio Mucha vergüenza y se puso rojo como un tomate y aquel verano, desde Aquel día, cada tarde se asomaba por la ventana para ver cómo aquella Niña de cabellos rojizos bajaba al parque a jugar a la pelota o a Comprarse un helado con sus amigos. Pasaban los días, y la calma que Solía acompañar los meses de verano ya no era igual. En su mente Siempre estaba la niña de los cabellos rojizos, no podía sacársela De la cabeza y ni siquiera sabía cómo se llamaba. No se lo contó a su Yayu cuando pescaba con él, ni a su yaya cuando cocinaba con ella No podía, le sudaban las manos y el estómago se le cerraba. ¿Estaba Enfermo? No lo entendía. Hasta que una nublada tarde de agosto Luismi se armó de valor y bajó por primera vez en su vida a la plaza Estaba dispuesto a presentarse a todos con tal de averiguar cómo se Llamaba la niña. Bajó, se plantó frente a todos con las manos Empapadas de sudor e intentó decir algo sin que se le notara que Estaba temblando, pero de pronto oyó cómo un niño le decía: " Pásamela!" y cuando se quiso dar cuenta una pelota se estrelló contra Su cara con una fuerza brutal. Todos se quedaron en silencio, hasta Que uno empezó a reírse y luego le siguieron todos. ¡Venga reírse a Carcajada limpia! Luismi se quería morir y en estas que del cielo Empezó a caer agua, llovía a mares y todos los niños corrieron a Guarecerse bajo los pórticos, menos Luismi, que se quedó plantado Con la cara ardiendo por el golpe y sin saber qué hacer. Muerto de Vergüenza empezó a correr sin saber adónde. Corrió y corrió sin Dirección alguna, lloraba y dejaba que sus pies le llevasen donde Fuera mientras fuese lejos de aquel horrible escenario. Cuando se Quiso dar cuenta estaba empapado y en medio de unos campos a las Afueras del pueblo, pasada la autopista que cruzaba el bosque. Nunca Había estado tan lejos de un lugar conocido, no dejaba de llover y Empezaba a sentir frío en los huesos, así que buscó dónde Resguardarse y encontró una pequeña casa de piedra. Parecía que de La chimenea salía humo, así que corrió, picó a la puerta y pidió que Le abriesen, y así fue. Abrió la puerta una anciana muy anciana y le Dijo que pasase, que le estaba esperando. Luismi se sentó en la mesa Tal y como le había invitado a hacer aquella entrañable viejecita Él no se atrevió a preguntarle quién era. "Tienes frío, lo sé, por Eso te estaba preparando esta sopa de tomillo, tómatela, verás qué Bien te sienta, mago". Luismi no se atrevía a hablar. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? ¿Sabría volver? En aquella pequeña casa Había de todo, el techo estaba repleto de distintas hierbas colgadas En las vigas de madera, había libros repartidos por todas partes y Una olla haciendo chup-chup sobre un hornillo de carbón. La casa olía Fenomenal. La anciana se sentó junto a él y siguió hablando. "Yo te Puedo ayudar, ¿sabes? Sólo necesito que me ayudes tú a mí", le dijo La anciana mientras envolvía sus arrugadas y ásperas manitas. " Yo no puedo salir de esta casa y tengo un amigo que necesita que Le ayude, ¿lo harás tú por mí?" y Luismi dijo que sí con la cabeza "¿Ayudar a qué?", pensó. "De acuerdo, lo sabía", dijo la anciana "No sé cómo se manifestará, sólo sé que se te acercará alguien Y te pedirá ayuda, a cambio yo te concederé un deseo, y como sé Que tu corazón es puro, dejaré que sea el que tú decidas, De acuerdo?". Luismi asintió de nuevo con la cabeza pero no entendía Nada. ¿Un deseo? Y después de dar el último sorbo a la sopa Cerró los ojos y todo se hizo oscuro. Se despertó en su habitación ¿Había sido todo un sueño? Ya era de día, así que fue a ver Qué pasaba,Encontró a su abuela sentada en el sillón y tejiendo "¿Qué ha pasado, yaya? ¿Por qué no me ha Despertado el yayo para ir a pescar?" Su abuela le miró "¿Que no te ha despertado? Será que no lo he intentado Cariño, pero dormías como un tronco." Se rio y luego dijo "¿Cómo te has hecho eso en la cara? ¿Te has dado un golpe?" Luismi se miró en el espejo que había sobre la cómoda Y vio la marca de balón en su cara. No lo había soñado "Nada, nada, yaya, nada que... sí, ayer me di un golpe jugando." "Ah, bueno, eso es bueno, ¿sabes? De los golpes se aprende." Aquel día, Luismi se sintió muy extraño. Ayudó como siempre a su Abuela a preparar la comida y luego, por la tarde, volvió A asomarse por la ventana. Y la volvió a ver. ¿Cómo se Atrevería a hablar con esa chica? ¿Qué había sido ese Encuentro tan raro con aquella extraña anciana? ¿Sería Verdad lo que le dijo? ¿Le concedería un deseo? ¿Qué pediría? Los días iban pasando y el verano transcurría con normalidad Pescar, preparar la comida y soñar desde la ventana de su Habitación que jugaba en la plaza con los demás niños y se Hacía amigo de la niña de los cabellos rojizos. Siempre hacía Los recados que le pedían sus abuelos. En uno de esos días Andando a por pan, se le acercó un anciano y le preguntó "Buenas, chiquillo, ¿podrías decirme dónde está el mar? He quedado Con mis hijos en un restaurante del Puerto y ando un poco despistado." Al principio, pensó que era uno de los tantos turistas que Se perdían por el casco antiguo, pero luego cayó en la cuenta De que ese debía ser el misterioso amigo de la anciana "¡Claro que sí! ¡Ahora mismo!" Así que le agarró de la mano y se lo llevó corriendo hasta el Puerto, mientras el señor, agarrando su sombrero, gritaba "No corras tanto, majo, que soy un Viejo y se me va a salir la cadera." Y ahí lo dejó junto al puerto. Se despidieron y Luismi Pudo ver cómo se reunía con los suyos. El corazón le Latía a toda prisa. ¡Qué emoción! ¿Qué deseo podía pedir? Aquella noche no pudo pegar ojo. Parecía la noche de reyes en Pleno verano. No pudo más y se levantó de la cama dispuesto a Escribir una carta destinada a la chica de los cabellos rojizos Cogió un papel que había sobre el escritorio y empezó a escribir Todo lo que sentía. La dobló y la dejó esperando a que llegara La tarde para entregársela en mano. Ese sería el deseo que Pediría: armarse del suficiente valor para bajar de nuevo a la Plaza y entregar la carta a la niña y hacerse amigo de los demás Chicos. Estaba muy nervioso, el deseo le iba a venir de perlas Llegó la tarde y Luismi se arregló para la ocasión. Se puso camisa Los zapatos buenos, se peinó la raya a un lado y se Puso la colonia del abuelo. Hinchó sus pulmones Cogió la carta y bajó a la plaza. Y allí estaban todos Como siempre, jugando. Miró al cielo y pidió su deseo "Quiero hacerme amigo de todos y dar la carta A la chica para que sea también mi amiga." Se plantó de nuevo frente a todos, la chica le miró y Cuando dio el primer paso con la carta en la mano, se Tropezó con los cordones y se dio de bruces contra el suelo "¡Pero qué le pasa a éste!", gritó un niño de fondo y de nuevo, como En una pesadilla, todos se pusieron a reír. Luismi no se lo podía Creer. ¿Le estaba pasando lo mismo? ¿La anciana le había engañado? ¿Por qué? ¿Para qué? Se enfureció como nunca y, muerto de vergüenza Se marchó corriendo de allí. Corría entre las calles con los ojos Llenos de lágrimas. Corrió y corrió hasta llegar al puerto y, en Éstas que cogió la carta, la arrugó con todas sus fuerzas y la lanzó Al mar. Se sentía fatal, se sentía engañado, sentía que Jamás podría tener amigos. Se sentó en el muelle y lloró Hasta que se le acabaron las lágrimas y, pasados unos Minutos, ocurrió algo que nadie podía imaginar. Entre las Barcas apareció un diminuto barco de papel que gritaba "¡Ayúdame, por favor! ¡Ayuda! ¡No sé Navegar! ¡Ayúdame, me voy a ahogar!" Luismi no creía lo que sus ojos veían. ¿Qué estaba pasando? Pero, sin dudar, se lanzó al agua a rescatar aquel papel que ¿Hablaba? Lo cogió y volvió de nuevo a sentarse En el muelle, con el barquito de papel entre las Manos. "Ya está", pensó. "Ya me he vuelto loco" "De loco nada", dijo aquel barquito "No, si estoy hablando con un papel" "¿Tú no querías un amigo? ¿Qué más te da como sea?" "Pues es verdad, qué más me da. Estoy tan solo Que me imagino que un barco de papel es mi amigo" "¿Me podrás ayudar?", le preguntó el barquito "¿Ayudar? ¿A ayudar a qué?" "A navegar. Ya ves, tú eres un niño sin Amigos y yo un barco que no sabe navegar" "¿Y por qué no?", dijo Luismi El sol empezó a caer entre las montañas y el mar y el cielo se Tintaron de naranja. Luismi dejó aquel barquito amarrado en un rincón Del muelle para que nadie lo pudiese ver y quedó que bajaría cada Tarde para enseñarle a navegar. Aquella noche Luismi pudo descansar Pero se sentía muy triste. Pensaba que se había vuelto loco y había Imaginado todo lo sucedido. Primero la anciana y luego un barquito De papel que hablaba. Pero también pensó que, a fin de cuentas, iba A disfrutar de lo que tenía. ¿Un amigo imaginario? Pues vale, estaba Bien. Así fue que, cada tarde, Luismi bajó al puerto a enseñar a Navegar a su nuevo amigo. Él era un buen nadador, así que cogía el Barquito y se iba a la playa a enseñarle a navegar. Lo hacía igual Que sus profesores le enseñaron a él a nadar. Primero, lo hacían Juntos. Luismi ayudaba al barquito a nadar con él cogiéndolo por Debajo y sin soltarlo. La verdad es que aquel barquito, con aquellos Ojos azules y la boquita de piñón era muy entrañable. No hablaban De nada que no tuviera que ver con el mar. Luismi, después de Las clases de baño, le explicaba junto a la orilla las mismas Historias que su abuelo le explicaba cuando pescaban. Ya casi no Se acordaba de los niños de la plaza ni de la niña de cabellos Rojizos. Cada tarde, después de la siesta, Luismi bajaba corriendo A encontrarse con él. Sin saberlo, sin darse cuenta, lo necesitaba Era un amigo, un amigo de verdad, con el que las horas pasaban Volando. Nadaban y se reían juntos de las cosas que explicaba Luismi Y así pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco y seis semanas y Aquel barquito, aquel barquito navegó. Llegó el día en que Luismi Soltó las manos y el barquito, sin darse cuenta, navegaba solo "Mira, Luismi, estoy, estoy nadando solo. ¡Yo solo!" Luismi sonrió. "¿Lo ves? No era tan difícil" "Muchas gracias, eres un buen amigo. ¡Mi mejor amigo!" Y Luismi, que ya no pensaba si aquel barquito era fruto de Su imaginación o no, le dijo que las gracias se las tenía Que dar él, que había sido el mejor verano de su vida. Y en Estas, que de pronto el barquito sonrió y allí mismo empezó A desenvolverse. Dejó de tener forma de barco y allí quedó Una hoja de papel mojado flotando sobre el mar, frente a Luismi "¿Qué ha pasado? ¿Dónde te has ido?", gritaba con Lágrimas en los ojos. "¡Vuelve, barquito! ¡Vuelve!" Pero aquel barquito no volvió y Luismi pudo ver que aquella hoja Que flotaba sobre el agua no era, ni más ni menos, que la carta Que había escrito a la niña de los cabellos rojizos y que semanas Atrás había lanzado al mar. Muy apenado, Luismi se dirigió a la Orilla con el papel mojado en la mano. Faltaban dos días para Volver a la ciudad y quería haberse llevado consigo a su amigo Pero ahora era imposible. Ya no estaba, se había marchado para Siempre. Una vez en la orilla oyó una suave voz que le llamaba "Hola" "¿Eh?" "Hola, ¿Luismi, verdad? Me llamo Carola", era la niña de los Cabellos rojizos. Se llamaba Carola y le estaba hablando a él "Hola, eh, sí, eh, soy Luismi", dijo tembloroso "Hola, Luismi, te he visto por el pueblo y siempre acabas Corriendo y como ya se acaba el verano, pues quería Conocerte. Yo vivo aquí, ¿sabes? YY me gustaría que Fueses mi amigo. Sé que cada año vienes con tus abuelos Ah... Eh... Yo... Sí, sí, claro, vivo con... Digo... Claro, claro que quiero ser tu amigo Pues qué bien, te dejo aquí mi dirección y así nos escribimos Cartas, ¿vale? A mí me gusta así como lo hacían nuestros Abuelos, con papel y esperando cada semana recibir una Luismi no se lo podía creer y más cuando, sin pensárselo dos veces Carola le dio un beso en la mejilla y se marchó riendo. Luismi se Puso como un tomate, el corazón se le salía del pecho. Ya no sabía lo Que sentía, nostalgia por su amigo y alegría por Carola. El verano Acabó y como cada año Luismi regresó a la ciudad con sus padres y con Los amigos, el recuerdo del barquito y Carola, a la que estuvo todo El año escribiendo. Aquel año Luismi estuvo distinto, hizo un montón De amigos nuevos en el colegio, pasó el curso escolar y de nuevo Regresó a su pueblo con Carola. Pasaron los meses y la noche de Fiesta mayor, mientras el cielo brillaba con los cohetes y petardos Carola cogió la mano a Luismi y él la besó. Fue sobre las rocas Que había en la entrada del puerto, en la antigua Roqueta Y así pasaron los meses y los años y Luismi se hizo cocinero Se fue a vivir al pueblo y abrió, junto a su mujer, Carola Un restaurante de paellas, el que sería el más famoso de Valencia Vivieron muchos años felices en La Blaueta. Nunca se supo si Aquella anciana y aquel barquito existieron, pero eso nunca Tuvo importancia. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado