Veinte Años
Buena Vista Social Club
3:32Tu tiempo es un vidrio, tu amor un faquir, mi cuerpo una aguja, tu mente un tapiz. Si las sanguijuelas no pueden herirte, no existe una escuela que enseñe a vivir. El ángel vigía descubre al ladrón, le corta las manos, le quita la voz. La gente se esconde o apenas existe, se olvida del hombre, se olvida de Dios. Miro alrededor, heridas que vienen, sospechas que van y aquí estoy, pensando en el alma que piensa y por pensar no es alma, desarma y sangra. Por las noches, cara sucia de angelito con “bluyín”, vende rosas por las mesas del boliche de Bachín. Si la Luna brilla sobre la parrilla, come Luna y pan de hollín. Cada día en su tristeza que no quiere amanecer, lo madruga un seis de enero con la estrella del revés. Y tres reyes gatos roban sus zapatos, uno izquierdo y el otro también. Chiquilín dame un ramo de voz así salgo a vender mis vergüenzas en flor. Baleáme con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín. Anahí, las arpas dolientes hoy lloran arpegios que son para ti. Anahí, recuerdan acaso tu inmensa bravura reina guaraní. Anahí, indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí. Anahí, Anahí, tu raza no ha muerto, perduran tus fueros en la flor rubí. Defendiendo altiva tu indómita tribu fuiste prisionera, condenada a muerte, ya estaba tu cuerpo envuelto en la hoguera, y en tanto las llamas lo estaban quemando en roja corola se fue transformando. La noche piadosa cubrió tu dolor y el alba asombrada miró tu martirio hecho ceibo en flor. Anahí, indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí. Anahí, Anahí, tu raza no ha muerto, perduran tus fueros en la flor rubí. En un café se vieron por casualidad, cansados en el alma de tanto andar, ella tenía un clavel en la mano. Él se acercó, le preguntó si andaba bien, llegaba a la ventana en puntas de pie, y la llevó a caminar por Corrientes. Miren todos, ellos solos pueden más que el amor y son más fuertes que el Olimpo. Durante un mes vendieron rosas en La Paz, presiento que no importaba nada más y entre los dos juntaban algo. No sé por qué, pero jamás los volví a ver, él carga con once y ella con seis, y si reía le daba la Luna. Se escondieron en el centro y en el baño de un bar sellaron todo con un beso.