El Seminarista De Los Ojos Negros
Omar Cerasuolo
5:38En una noche de enero Una niña pordiosera Con los pies casi desnudos Con las manecitas yertas Cubriendo a modo de manto Con su falda la cabeza Y sin temor a la lluvia Que más cada vez arrecia Contempla extasiada y triste El interior de una tienda Que por su gusto en juguetes Es en Madrid la primera -¿Qué haces aquí? -Le pregunta con voz desabrida y seca Un dependiente, empujando a la niña hasta la acera. - Déjeme usted. Si es que estaba mirando aquella muñeca. - Vaya, retírate pronto y deja libre la puerta. - Dígame usted, ¿cuesta mucho? -¿Quieres marcharte, chicuela? -Será muy cara, ¿verdad? -Lo que es. Como yo pudiera... -¡El demonio de la chica, pues no quiere comprar ella! Lárgate a pedir limosna y déjate de simpresas; la Muñeca que te gusta vale un duro, conque ¡fuera! Marchóse la pobre niña ocultando su tristeza. En vano pide limosna Ninguno escucha sus quejas, y desfallecida y débil cruza calles Y plazuelas recordando en su amargura la tentadora muñeca -¿Caballero, una limosna a esta pobrecita huérfana? -Déjeme, que voy de prisa -Por Dios, señor, aunque sea un centimito; tengo hambre -Pobre niña, me da pena... toma -¡Señor, si es un duro! -Te lo doy para que puedas, siquiera Esta sola noche, tener buena cama y cena -Déjeme usted que le bese la mano -¡Quita, tontuela! -¡Que Dios se lo pague a usted! ¡Un duro! Estoy muy contenta. ¿No será falso, verdad? -¿Cómo, muchacha? ¿Tú piensas? -No, señor, perdone usted, pero... vamos, la sorpresa . Si voy a volverme loca de alegría... ¡quién dijera! -¡Que Dios le premie en el mundo y le dé la gloria eterna! Y apretando entre sus manos convulsivas la moneda Corrió por la calle abajo veloz como una saeta A la mañana siguiente se comentaba en la prensa El hecho de haberse hallado en el quicio de una puerta El cadáver de una niña abrazado a una muñeca